Considero que toda forma de desmitificación de la tecnología es en general algo positivo. Normalmente, hasta que empezamos a interactuar con ella, toda forma tecnológica se muestra como misteriosa y opaca, lejana y esotérica. Una caja negra. Y lo mismo ocurre, en realidad, con formas tecnológicas menos convencionales, como instituciones, procesos sociales, y demás construcciones que implementamos para domesticar la realidad. La persistencia de las cajas negras se convierte en una forma perversa de dominación, donde lo tecnológico persiste como mágico y los individuos perdemos agencia frente a ello.
Así, entre otras cosas, algo parecido ocurre en algunos casos con el Media Lab del MIT, un lugar que quizás justificadamente se ha ganado un halo de misticismo tecnológico y es considerado como un gran templo de la ciencia y la tecnología. Pero es también un lugar sumamente opaco desde el exterior, un lugar cuya estructura y funcionamiento confunden a muchas personas porque en realidad son bastante confusos. No es una organización típica, y tiene una serie de sutilezas internas difíciles de captar. Y es que en realidad, el Media Lab es por lo menos tres cosas al mismo tiempo: un programa académico, una colección de grupos de investigación semiautónomos, y un espacio, y los límites entre estos tres aspectos no están nunca claramente delimitados.
El Media Lab es como se conoce coloquialmente al programa académico en Media Arts and Sciences (MAS) del MIT, cuyo nombre de por sí es un poco engañoso. No es lo que podríamos considerar típicamente como “ciencias y artes de la comunicación”, sino que es un programa orientado estrictamente a la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías. Y el énfasis en “nuevas” es radical”: no son solamente nuevas implementaciones, sino que el objetivo es generar nuevas tecnologías. Sean nuevas interfases, nuevos dispositivos, nuevos paradigmas, y sobre todo una infinidad de nuevos diseños y prototipos. En MAS, que es además un programa solamente de posgrado (y en la mayoría de los casos, solo acepta estudiantes para el doctorado), uno no leerá a Benjamin, no escuchará de Lazarsfeld ni llevará clases sobre semiótica: de hecho, uno no lleva clases a menos que lo quiera. Normalmente, el 100% del tiempo del estudiante se dedica a trabajo de investigación en laboratorio, donde participa de proyectos de diseño y desarrollo de tecnología que ya se vienen llevando a cabo, al mismo tiempo que llevan adelante sus propios proyectos vinculados a tesis de maestría o disertación doctoral. El Media Lab es técnicamente parte de la Escuela de Arquitectura y Planeamiento Urbano, pero aunque el tema espacial y urbano son temas importantes de investigación en algunas áreas del programa, la relación es en la práctica más que nada una formalidad.
Como programa, MAS es singular además porque no es que tenga un solo tronco común de temas o cursos, porque el Media Lab es una colección de grupos de investigación semiautónomos, con diferentes áreas de trabajo, enfoques, métodos, etc. Cada grupo es liderado por un investigador principal, que tiene autonomía respecto a cómo maneja su grupo, los proyectos en los que trabaja y las organizaciones e individuos con los que colabora. Las admisiones de nuevos estudiantes son descentralizadas, pues aplicar a MAS implica aplicar a alguno de sus grupos de investigación, cada uno de los cuales toma sus propias decisiones respecto a quién acepta. Y cada uno de los grupos funciona como un laboratorio de diseño y desarrollo. Además, en el universo del Media Lab existen también grupos de investigación que participan de muchas de sus actividades y mantienen diferentes formas de colaboración, pero no forman parte administrativamente del Media Lab: es el caso, por ejemplo, de mi programa, Comparative Media Studies, o del laboratorio en el que trabajo, el MIT Education Arcade, que existen y trabajan dentro del Media Lab. Aunque todos estos grupos mantienen un alto grado de autonomía, es normal que se generen colaboraciones e interacciones entre todos ellos.
Estas interacciones se dan porque, además, el Media Lab es un espacio: un complejo formado por dos edificios, E14 y E15, que son respectivamente el nuevo y el viejo edificio del Media Lab, conectados internamente. Estos edificios albergan a todos los grupos de investigación y sus espacios de trabajo en una arquitectura abierta, donde uno puede circular libremente a través de la mayoría de laboratorios. Mesas de trabajo con herramientas, cables que cuelgan de los techos, enormes cantidades de fichas de Lego, y todo tipo de componentes y piezas electrónicas son las vistas usuales a través del laboratorio. Además, el complejo tiene dos espacios abiertos de trabajo en el tercer y el quinto piso del nuevo edificio, que en la práctica son como lounges con muebles cómodos y mesas de trabajo donde uno puede tener reuniones o simplemente instalarse a trabajar (un gran elemento de diseño del edificio es que hay enchufes y puertos de red instalados por todas partes). Dos máquinas de café en el tercer piso brindan café gratis permanentemente, y la configuración del espacio no está regimentada, de modo que uno puede mover los muebles, las mesas y las sillas como mejor le parezca. Y el espacio del Media Lab es frecuentemente utilizado para eventos, sea para las charlas organizadas por el laboratorio frecuentemente, o en dos auditorios en el sexto piso que son también utilizadas regularmente para eventos externos.
El Media Lab, entonces, es por lo menos todo esto: un programa académico, una colección de grupos de investigación, y un espacio. Pero es, además, la comunidad de investigadores que trabaja en cualquiera de estos tres, y la red de alumni que ha sido en el pasado parte de esta comunidad. Y todas estas capas superpuestas tienen fronteras borrosas y maneras singulares de operar, pero que no son por eso indescifrables: solamente se benefician de que esa ambigüedad permite altos grados de interacción y permeabilidad. No es una cultura donde uno tenga que pedirle permiso a nadie para hacer algo o fomentar una colaboración, sino donde la pregunta es más bien cómo hacerlo antes que si se puede o debe hacer (lo cual, por supuesto, tiene tanto sus pros como sus contras, pues ninguna organización es perfecta). Pero sí es un arreglo institucional que no solo se ha mostrado enormemente productivo a través de los años, sino del cual se pueden extraer muchísimas lecciones e ideas interesantes cuando se trata de generar instituciones, espacios y comunidades que abran las cajas negras de la tecnología para reinterpretarlas o rediseñarlas por completo.